Gerardo Mora (México) IBERCIENCIA.
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La “matriz del aprendizaje escolar” es la forma en que el estudiante integra sus conocimientos, habilidades y actitudes hacia las tareas escolares. Puede ser ordenada, desordenada, activa o pasiva. Diagnosticarla sirve al profesor para definir el tipo actividades, grados de dificultad y estrategias didácticas.
Definir las características de cada estudiante resulta fundamental para definir las estrategias didácticas que logren los aprendizajes esperados por la escuela. Se han elaborado diversas clasificaciones para los “estilos de aprendizaje” que parten de algunas características cognitivas de los alumnos, pero que son poco útiles a los profesores. En la práctica, los clasifican respecto a la “disciplina” o sus conocimientos.
Recurriendo al concepto “matriz de aprendizaje”, lo adecuamos al contexto escolar para definir cuatro tipos de acuerdo al comportamiento y saberes del alumnado. En este sentido, la matriz de aprendizaje escolar es la forma en que el alumno utiliza sus conocimientos para lograr los aprendizajes escolares y adecuar su conducta a este fin. De acuerdo a sus conocimientos son “pasivos o activos” respecto a su proceso de aprendizaje, y “ordenados o desordenados” respecto a la adecuación de su conducta. En efecto, tenemos cuatro tipos básicos:
• Ordenado-activo o autorregulado. Al que denominamos alumno “autónomo”. Se caracteriza por tener hábitos de estudio, prepararse para las clases, poner atención y realizar las tareas escolares. Tiene motivación intrínseca.
• Ordenado-pasivo. Denominado “pasivo”. Requiere motivación extrínseca y la guía del profesor para realizar las tareas escolares.
• Desordenado-activo. Denominado “activo”. Sus conocimientos no se enfocan en el aprendizaje escolar. Si el profesor se interpone con sus intereses se torna rebelde.
• Desordenado-pasivo. Denominado “desordenado”. Tiene problemas conductuales que causan conflictos que interfieren en su aprendizaje, por lo que sus conocimientos suelen ser limitados.
• Ordenado-pasivo. Denominado “pasivo”. Requiere motivación extrínseca y la guía del profesor para realizar las tareas escolares.
• Desordenado-activo. Denominado “activo”. Sus conocimientos no se enfocan en el aprendizaje escolar. Si el profesor se interpone con sus intereses se torna rebelde.
• Desordenado-pasivo. Denominado “desordenado”. Tiene problemas conductuales que causan conflictos que interfieren en su aprendizaje, por lo que sus conocimientos suelen ser limitados.
La minoría de alumnos es de autónomos, habiendo casos en que no existan en un grupo escolar. Pero también hemos visto casos en que son numerosos y el profesor los trata como pasivos.
Las causas que originan estas tipologías son familiares, culturales y escolares. La funcionalidad familiar del alumno y del profesor se traslada al aula, conformándose una familia ampliada donde alianzas y límites se tratan de reproducir. La cultura proveniente del entorno social, también se reproduce en la escuela. Y las formas de enseñanza, usualmente transmisivas, afectan los procesos de aprendizaje. En este contexto, los alumnos autorregulados son casos atípicos.
Para el diagnóstico de estas tipologías establecemos procedimientos complementarios. Primero, la observación del cuaderno y la conducta del alumno en clase. Si hubiera dudas con alguno, la aplicación de un test de funcionalidad familiar o la clasificación de los niveles de desarrollo moral de Kohlberg. Por ejemplo, resulta difícil distinguir al activo del desordenado, pero sólo el primero es capaz de cumplir un contrato pedagógico.
Distinguir estos tipos resulta esencial para definir estrategias de gestión ambiental que repercuten en la calidad de los aprendizajes:
• Para los autónomos: Garantizarles la integridad y reconocimiento en el aula, pues suelen ser acosados por los demás alumnos. Y proponerles tarea con retos cognitivos.
• Para los activos: negociación y contratos pedagógicos.
• Para los pasivos: tareas regulares y evaluación continua.
• Para los desordenados: Reglas, límites, con estímulos positivos y negativos. Estos estímulos son personalizados, no son sanciones genéricas.
• Para los activos: negociación y contratos pedagógicos.
• Para los pasivos: tareas regulares y evaluación continua.
• Para los desordenados: Reglas, límites, con estímulos positivos y negativos. Estos estímulos son personalizados, no son sanciones genéricas.
Por supuesto, los alumnos con necesidades educativas especiales o “capacidades diferentes” requieren adecuaciones curriculares o canalización, además de las estrategias de gestión ambiental mencionadas.
La existencia de los cuatro tipos en un grupo escolar requiere adecuar la dificultad de dominio procedimental para cada uno de ellos, así como la organización grupal de la clase (binas, equipos, individual) y seleccionar a un alumno para controlar el avance de la enseñanza (alumno-eje). Asimismo adecuar el tipo de actividades, recursos y procesos de evaluación. Todo lo cual debe reflejarse en la planificación de la enseñanza.
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